Nuestro tour del hambre, esta vez en Los Potreros
Este miércoles, durante nuestro recorrido del «Tour del Hambre», llegamos a la casa de Amparito Giraldo, en la vereda Los Potreros, una de nuestras fieles oyentes.
Salimos desde el casco urbano, como siempre, montados en nuestras motos, recorriendo los caminos hasta donde la brecha nos llevó, cerca de la escuela. Desde allí, seguimos a pie, disfrutando del verdor que nos rodeaba, ese paisaje que siempre nos fascina.
Poco después, llegamos a la entrada de la finca y, como es tradición, lanzamos nuestros buenos gritos para avisar que llegábamos: «¡Amarren los perros y suelten las gallinas!» Nos recibió una familia llena de energía, alegría y con un sentido del humor que nos contagió de inmediato. Pasamos horas conversando, rememorando historias y reflexionando sobre cómo el tiempo se nos escurre entre las manos.
Tuvimos la oportunidad de ver cómo en su estufa eficiente, Amparito nos preparaba un sancocho trifásico que, como de costumbre, nos dejó más que satisfechos para continuar explorando su pequeña pero bien cuidada finca. En el recorrido, descubrimos sus cultivos y animales de granja: gallinas, gansos, peces, un caballo y una marrana de dimensiones asombrosas que, nos contó, regala crías dos veces al año.
Todo lo que vimos era testimonio del amor y la dedicación de esta familia por el campo, una de esas familias campesinas tradicionales que da gusto visitar y que, a través de su esfuerzo, sostienen su economía.
Amparito y su familia nos ofrecieron su hospitalidad sin reservas, y no podemos dejar de mencionar a Sofía, su nieta, quien se unió a nuestras conversaciones y nos mantuvo entretenidos con su chispa. Aunque los hijos y el esposo de Amparito eran más silenciosos, también nos acompañaron con su cálida presencia.
Para cerrar con broche de oro, como ya es costumbre en nuestro «Tour del Hambre», nos despidieron con una deliciosa taza de mazamorra. Pero Amparito tenía aún más sorpresas: como muestra de su generosidad, nos regaló a cada uno una cabeza rellena, un detalle que coronó una visita memorable.
Sin duda, volveremos, Amparito, a disfrutar de tus manjares y a seguir maravillándonos con la dedicación que pones en tu parcela.