Artículos Cascada la Revista

Editorial (Edición N° 18)

Qué grande y poderoso se siente y se cree el ser humano, una especie que piensa que es capaz de acomodar el mundo a sus intereses y a sus caprichos, y de hecho, lo ha tratado de realizar durante toda la historia. En la actual situación, parece que también lo intenta hacer. Pretende superar esta crisis bajo patrones preestablecidos y basados primordialmente en salvar un sistema económico inviable y voraz.

Hace apenas unos meses, nadie imaginaba una humanidad encerrada, desolada, lejos de su rutina, sin viajes, sin salidas, sin posibilidades de ir a estudiar y de trabajar presencialmente; y sin embargo, en medio de esa “grandeza” y “superioridad”, aparece un microorganismo, algo tan pequeño que es prácticamente invisible y que pone a toda la humanidad en jaque.

Demuestra este virus que el ser humano es débil, impotente y frágil, pero sobre todo, confirma lo efímera que es la vida humana; esta realidad temporal, que de por sí es corta y finita, se contrae aún más en medio del miedo a morir pronto.

Quizá sea esta una señal que prueba lo equivocada que era la vida con la premura y la rapidez que se venía desarrollando. Una señal que nos obliga a una pausa, un poner freno a una dinámica vertiginosa y sinsentido que traía el ser humano.

¿Seremos capaces de entender este llamado? o ¿seguiremos intentando retomar la vida como venía? Difícil será para quien no escuche este signo. Es hora de volver a lo simple, de conectarse consigo mismo y de disfrutar de lo natural. Es momento de retorno y la tendencia cambiará. Si antes el sueño era ir a las ciudades en busca de oportunidades, ahora el deseo es regresar al campo en busca de vida y tranquilidad.

Que esta situación sea la oportunidad para aceptar que el ser humano es parte de la naturaleza y no lo que desde el principio ha creído, -que está por encima de ella- y con el poder de hacer de este planeta lo que quiera. Si como especie lo entendemos y aceptamos, podremos disfrutar de un mejor hogar y lo dispondremos así a nuestros hijos, de lo contrario, la sabiduría natural nos seguirá poniendo en nuestro lugar.

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