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Reflexión de una tragedia

El efímero cuestionamiento de una vida que se pudo salvar, el perturbador interrogante del por qué me tuvo que pasar a mí, las miles de preguntas aún sin resolver y el futuro incierto que hay que afrontar es lo primero que pensamos después de una tragedia.

En la noche del 28 de febrero, la furia de la naturaleza pernoctó el ambiente del municipio de Cocorná, Oriente antioqueño, dejando como resultado 1 persona fallecida, 3 heridos, más de 30 deslizamientos de tierra, 4 equinos muertos, una comunidad entera sin agua potable y la popular quebrada la Guayabal completamente herida.

Las primeras imágenes que se conocieron a eso de las 9 de la noche fueron algunos derrumbes en varios tramos de la vía Ramal- Cocorná y el video de una quebrada furiosa, a la que años anteriores ya habíamos visto así. El pueblo durmió asediado por el sonido continuo de una lluvia que parecía acabar apenas abriera el sol.

Al día siguiente, al salir la luz en medio de unas nubes grisáceas que denotaban la calma luego de unas horas lluviosas, el pueblo se despertó siendo testigo de un panorama poco común que no vivía desde hace algún tiempo. La reacción de los cocornenses fue inmediata y los gestos de solidaridad no se hicieron esperar. Comunidad, bomberos, fuerza pública y la administración municipal en función de salvar los enseres que quedaron al filo del abismo.

Sin embargo, en medio de tanto caos surgen dos preguntas que andan sueltas cada vez que ocurre una tragedia natural. ¿Y ahora qué nos queda y cómo seguir firmes en un mundo tan inestable?

Es tiempo de hacernos reflexiones profundas, que nos confronten, que nos desnude el pensamiento, que nos interpele y nos lleven a buscar soluciones a problemas estructurales. Cocorná, si lo definimos geográficamente, está ubicado en la zona bosques, la parte de la región con mayor bosque húmedo tropical lo que lo hacer ser un territorio frágil y propenso a múltiples caídas de tierra al presentarse fuertes lluvias. Por lo tanto, es probable que cada que se presentan eventos como los de la noche del lunes, las montañas se agrieten, los caminos se obstaculicen de tierra pantanosa y los ríos se crezcan enormemente.

Soy partidario de que la cliché advertencia, “de los errores aprendemos” hasta cierto punto es cierta. No obstante, podemos tener miles de errores y si no reflexionamos, seguiremos padeciendo la falta de cuidado y mejora a los hechos adversos que nos pone a prueba este mundo.

Planeemos el territorio, démosle el lugar que necesita la naturaleza, autocuidemonos, saquemos tiempo para nosotros mismos y miremos el entorno que estamos habitando. Las cosas no pueden seguir como van. Seguramente en un mes ya no nos fijemos en lo que pasó en Cocorná la noche del último día de febrero, porque el mundo corre al ritmo que quiere y no nos permite reflexionar y mucho menos de darnos el tiempo para saber cuál es el momento oportuno de salvar una vida.

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